documentos de pensamiento radical

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sábado, 28 de junio de 2014

LA CONQUISTA DEL PAN -fragmentos-




Reconocer y proclamar de viva voz que cada uno, cualquiera que haya sido su etiqueta en el pasado, cualesquiera sean su fuerza o su debilidad, sus aptitudes o su incapacidad, posee ante todo el derecho de vivir; y que la sociedad tiene el deber de dividir entre todos sin excepción los medios de existencia de que dispone. ¡Reconocerlo, proclamarlo y actuar en consecuencia!. Que todo pertenezca a todos, tanto en la realidad como en los principios; que por fin en la historia se produzca una revolución que piense en las necesidades del pueblo antes de enseñarle cuales son sus deberes.


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En todas partes comprobaréis que la riqueza de unos está hecha con la miseria de otros... Si cada miembro de la comunidad sabe que luego de algunas horas de trabajo productivo tendrá derecho a todos los placeres que depara la civilización, a los goces profundos que la ciencia y el arte procuran a quien los cultiva, no irá a vender su fuerza de trabajo...´


La expropiación debe alcanzar todo aquello que permite a cualquiera -banquero, industrial o cultivador- apropiarse del trabajo de otro. La formula es sencilla y comprensible. No queremos despojar a nadie de su gabán; queremos devolverles a los trabajadores todo lo que le permite a cualquiera explotarlos: y haremos todos nuestros esfuerzos para que, al no carecer nadie de nada, no haya un solo hombre que esté obligado a vender sus brazos para poder existir él y sus hijos. Así entendemos la expropiación y nuestro deber durante la revolución; cuya llegada esperamos, no dentro de doscientos años, sino en un futuro próximo... 


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creemos que el pueblo, siempre enemigo de las represalias y magnánimo, compartirá el pan con todos los que hayan permanecido en su seno, ya sean expropiadores o expropiados. Si se inspira en esta idea, la revolución no habrá perdido nada; y cuando se reanude el trabajo, se verá a los combatientes de la víspera reencontrarse en el mismo taller. En una sociedad en la que el trabajo será libre ya no habrá que temer por los haraganes.


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Emancipar a la mujer no es abrir para ella las puertas de la universidad, del foro y del Parlamento. Es siempre sobre otra mujer que la mujer liberada descarga el peso de los trabajos domésticos.




Emancipar a la mujer es liberarla del trabajo embrutecedor de la cocina y del lavado: es organizarse de modo que le permita, si le parece, criar y educar a sus hijos, conservando tiempo libre para tomar parte en la vida social.




Esto se hará, ya lo hemos dicho, ya comienza a hacerse. Sepamos que una revolución que se embriague con las bellas palabras de Libertad, Igualdad y Solidaridad, manteniendo la esclavitud del hogar, no será la revolución. La mitad de la humanidad, sufriendo la esclavitud en el hogar, tendría aún que rebelarse contra la otra mitad.


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Bastarán cuatro o cinco horas diarias, por supuesto, a condición de que todo el mundo trabaje






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Si queremos la revolución social, la queremos por cierto ante todo para asegurarles el pan a todos; para metamorfosear esta sociedad execrable en la que cada día vemos a robustos trabajadores que caminan balanceando los brazos por no haber encontrado un patrón que se digne a explotarlos; mujeres y niños que rondan por la noche sin un sitio donde guarecerse; familias enteras reducidas a comer pan seco; niños, hombres y mujeres que se mueren por falta de atención, cuando no de alimentos. Nos rebelamos para acabar con estas iniquidades.


Pero esperamos otra cosa de la revolución. Vemos que el trabajador, obligado a luchar penosamente para vivir, nunca puede conocer los elevados goces -los más elevados a que el hombre pueda acceder- de la ciencia y sobre todo del descubrimiento científico, del arte y sobre todo de la creación artística. Para asegurar a todos estos goces, reservados hoy a muy pocos, para permitirles el ocio, la posibilidad de desarrollar sus capacidades intelectuales, la revolución debe asegurar a cada uno el pan cotidiano. El ocio, luego del pan: tal es la meta suprema.


Por cierto, en la actualidad, cuando centenares de miles de seres humanos carecen de pan, de carbón, de ropa y de refugio, el lujo es un crimen: ¡para satisfacerlo el hijo del trabajador debe quedarse sin pan! Pero en una sociedad en la que todos comerán según el hambre que tengan, las necesidades de lo que llamamos lujo en la actualidad serán mucho más intensas. Como todos los hombres no pueden ni deben parecerse (la variedad de los gustos y de las necesidades es la principal garantía del progreso de la humanidad), siempre habrá y es deseable que haya hombres y mujeres cuyas necesidades estén por encima del promedio en alguna dirección.


Todo el mundo no puede necesitar un telescopio. Porque incluso cuando la instrucción sea general habrá personas que prefieran los estudios microscópicos en lugar de los del cielo estrellado. Las hay que gustan de las estatuas, mientras que otras gustan de la pintura; un individuo determinado sólo aspira a poseer un excelente piano, mientras que otro se contenta con un birimbao.






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El comunismo es la negación del sistema de salario... para que el colectivismo pueda establecerse, necesita, ante todo, orden, disciplina, obediencia.









Piotr Kropotkin, fragmentos de "La conquista del pan" recogidos en La moral anarquista. Ed. Catarata, 2014.

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