documentos de pensamiento radical

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jueves, 21 de mayo de 2015

4 poemas de Estado de Bienestar / Naturaleza Muerta




En mi barrio las únicas asambleas populares que se convocan son
para decidir cuánto dinero le va a tocar a cada uno cuando se talen
todos los robles, castaños y pinos
entre otros matorrales y vegetaciones
para construir un hermoso polígono industrial.
El dinero es importante.
Lo es más que respirar.
*

ASFIXIA


Hoy me he levantado,
como de costumbre,
asfixiado.
la cama húmeda,
el frío que amenaza,
el día lluvioso,
gris,
más que triste,
agresivo.
Me levanté casi derrotado.
Por inercia.
Inerte.

Tras ducharme,
acabar de preparar a los niños,
llevarlos al colegio,
en el coche,
tanto en la ida como de vuelta,
he pensado que no puede ser.
Que no podemos seguir así.
No podemos seguir aguantando.
Nos acorralan,
nos asfixian,
nos dejan sin nada,
se lo llevan todo,
nos tratan como a escoria
y nos hablan como a imbéciles aborregados.

Nos han perdido el miedo.
Nos dejan sin opciones.

Estamos deseando irnos de esta patria.
Como no podemos,
estamos preparando a nuestros hijos
−de 4 y 9 años,
más el que está en camino*−,
a conciencia,
para que un día puedan largarse
de este pobre y miserable país.
Ese es nuestro objetivo.
Nuestra mejor posibilidad.
La única que nos queda.
Nos hemos ido apartando
a nuestro último y pequeño reducto
que creímos infranqueable.
El de nuestras casas,
amenazadas por el desahucio.
El de nuestra escasa libertad individual,
también amenazada por bandos municipales
y por ministros rabiosos
de exquisitos modales.
Nuevos muertos
en nuevas cunetas
que se unen a los muertos viejos
de las cunetas viejas
de paradero desconocido.
Nuevos cadáveres sin importancia.
Familias enteras
en comedores sociales.

Limosnas de 400 euros al mes
acompañadas de un boleto
que amenaza con ser la última
cada vez.
Alerta a cada paso
del pordiosero,
no vaya a comer ternera
un día cualquiera.

Y,
a medida que ha ido avanzando la mañana,
he pensado que no puede ser.
Que algo hay que hacer.
Que nos tienen atemorizados,
acobardados.
Que ya no somos personas.
Somos estadísticas.
Números de diversas y molestas filas.
Somos granos supurantes
a extirpar.
Y nos extirpan.
Que ya no tenemos aire.
Que estamos asfixiados.
Y,
sobre todo,
pensé:

que «el miedo tiene que cambiar de bando»,
que no podemos seguir soportando,
aguantando,
que la mayoría no es silenciosa,
la mayoría está jodida y furiosa.
Que no,
que no puede ser.
Que tenemos que acorralarlos,
que perseguirlos,
que enfrentarlos,
hasta que sean ellos
a quienes no les quede espacio.
Que hemos de empujarlos
hasta que no puedan respirar.
Que no hay que parar hasta que se vayan
ellos,
todos ellos.
Que no quede ni uno.
Ni un solo fascista más
respirando libre
a nuestro alrededor.
Que los apretujemos
hasta quitarles el aire.
Hasta asfixiarlos.

*
La estafa, el engaño, la corrupción, están hasta tal punto generalizadas
y normalizadas que la mente (la mía, por ejemplo) llega
a distorsionarse de tal forma, que cuando he de establecer cualquier
tipo de transacción, ya sea económica u otra, si me encuentro
con alguien que parece honrado y honesto, mi reacción
inicial es de desconfianza.
Este país es el país del engaño, del trilero, del estafador, del corrupto,
del cabrón. A todos los niveles: en la tienda, en el coche,
en la política, en la contratación de servicios, en la educación, en
las relaciones personales…
Son ellos los que dicen que este es el mejor país para vivir.

*

ANARQUISTA


No tengo más convicciones
políticas
que las de la anarquía.
Pero soy consciente
de que la anarquía

sólo es posible
en un mundo
extremadamente
cívico,
culto
y educado.

Por eso
soy profesor.



 Velpister. Estado de Bienestar / Naturaleza Muerta. Ed. Lupercalia, 2014


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