documentos de pensamiento radical

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miércoles, 17 de junio de 2015

4 poemas de VIETNAM BAJO LA CAMA de MARTA NAVARRO




En octubre de 2013, por orden del consejero de Sanidad de Aragón Ricardo Oliván se suprimió el servicio de radiología que daba atención a 130.000 personas. De noche y dando una patada a la puerta se llevaron el mamógrafo del centro, así como diverso material. Poco después su departamento apoyaba campañas contra el cáncer de mama. 

“De la mafia no esperamos que llegue la regeneración democrática (1-8-2013)
Chesús Yuste, debatiendo con el presidente Rajoy

Con permiso de Martin Niemöller.

Privatizar

Cuando empezaron a cerrar centros de salud por la tarde
no protesté,
porque tenía las mañanas libres.

Cuando aprobaron
las Nuevas Formas de Gestión en Sanidad,
no me preocupó,
porque soy moderno y me gustan las novedades.

Cuando negaron la asistencia sanitaria a los inmigrantes,
no protesté,
porque yo soy de aquí.

Cuando decidieron concertar camas
en la sanidad privada,
no protesté,
porque tengo una salud de hierro.

Cuando suprimieron los servicios de ferrocarril convencional,
no protesté,
porque no vivo en un pueblo aislado.

Cuando quitaron las becas en los comedores escolares
de la escuela pública,
no protesté,
porque no tengo hijos.

Cuando adjudicaron hospitales
hasta treinta años prorrogables
a empresas inmobiliarias, bancos y fondos de inversión,
cuando metieron mi salud en su burbuja,
quise protestar,
pero para entonces
habían privatizado las protestas.

Ahora busco a alguien que me ayude
a defenderme de los privatizadores,
pero ya no queda nadie sano.

He aprendido bien la lección:
Hay que romperle los dientes al sistema
antes de que nos venda sus muelas de oro,
antes de que las alimañas nos arrastren
a su cueva  de sobres y crucifijos,
antes, mucho antes de que conviertan
en hemorragia nuestros derechos .




 *


Nota a los historiadores del futuro. No lean el New York Times. Lean a los poetas. Charles Simic


La transición de las lagartijas


Nos vendimos poco a poco.
Nos compraron mucho a mucho.
Primero el viejo pantalón con olor a vermut y café
se convirtió en ropa albina,
más tarde la costumbre de habitar en las tertulias y los amigos
se transformó en citas a ciegas
y en largos tragos de tequila y cuchillos.
El trabajo voluntario de la asociación,
pasó a ser el de asesor del concejal de juventud, 
o de cultura, o de bienestar social,
o de parques, dinosaurios y jardines:  Puro metacrilato sin fronteras…
Los sueños de mayo se esnifaron
junto a la comida blanca
y las contraseñas clandestinas pasaron a ser
portadas de prensa obediente.

Cambiamos el viejo álbum familiar
por escaparates de neón.
Nos comimos la mejor luz,
la de la esperanza,
y acabamos vomitando espejos
en la barra de un bar sin nombre y sin recuerdos.

Con la piel rizada y sin prejuicios anidamos
en las espesas caderas del poder.
Hasta que un invierno desbocado,
nos despertó la voz de nuestros antepasados
y descubrimos cómo el poder de la nada
lo devora todo,
lo cambia todo.

Los sueños por marketing,
la honestidad por negociación,
la igualdad por cuotas.
Gramsci por Paulo Coelho.
Y así, sin darnos cuenta,
el paisaje cálido y generoso
de los sueños llegó al matadero de las utopías,
ese lugar que un día inauguramos
entre copas y rosas huecas.

Todo lo que queríamos ser y hacer
se perdió en los bolsillos,
se las tragó una democracia imperfecta,
llena de estadísticas y sin luz.

Una democracia     
                  llena de pájaros de hojalata.
Nos vendimos lentamente
                    y por nada.


*





Aunque la cita se encuentra originalmente en un poema de James Oppenheim de 1910,"Bread and Roses" (Pan y rosas) se asocia con la huelga de 1912 en Lawrence, Massachusetts, que consiguió unir a miles de comunidades de inmigrantes, fundamentalmente mujeres.

Para Sara Anadón

Panes y rosas


Queremos el pan, pero también las rosas.
Queremos bailar bajo la vía láctea
y no arrastrar el mercurio de una jornada interminable
que afila su guadaña sobre nuestras nucas.

Queremos tiempo para saber qué hacer con él,
para saber a qué huele,
a qué sabe.
Queremos tiempo para vivirlo,
para comérnoslo,
también para matarlo.

Queremos el pan, pero también las rosas,
queremos el mundo que se esconde
bajo este naufragio de telas encadenadas,
de horas turbias,
de ejércitos de alfileres que suben
por nuestros dedos,
y rasgan el sabor de la menta,
el sabor del futuro.

Queremos ser lo que podríamos ser,
lo que nuestras madres no fueron,
aquello con lo que jamás se atrevieron
ni siquiera a soñar nuestras abuelas.
Hoy, tres de enero de 1912, en Massachussets,
nosotras, las mujeres de Lawrence,
queremos el pan, pero también las rosas.


*



Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa.  Emma Goldman
                            



Si no puedo imaginar, esta no es mi revolución


Aunque nadie lo crea,
en mi bolsillo derecho pasaron sus vacaciones
Magritte y su admirado Hegel.
Y en el izquierdo,
Rosa Luxemburgo y Emma Goldman
cerraron los paraguas de la desigualdad
con la esperanza de que un día
la lluvia nos mojará
a todos por igual.

Aunque algunos no lo crean,
hay trazos de primavera en la ceniza
que cubre nuestros pies,
y un sol radiante asoma
sobre los huesos de un cayuco herido.
Pequeños besos de cardamomo
entre los alfileres de la desesperación.

          Escuchar el sonido de otros mundos
                        en el reverso de una tarde sin heridas,
          depende solo de ti.



Marta Navarro. Vietnam bajo la cama. Ed. Amargord, 2015


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