documentos de pensamiento radical

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lunes, 18 de enero de 2016

4 poemas de MONTSERRAT VILLAR GONZÁLEZ




ÁNGEL PARA UN FINAL
(SUCEDE)

Sucede
que los ángeles se han descolgado con la tormenta
y lloran mientras sus alas
se deshacen en los charcos.

Sucede
que los niños vigilan a sus madres en los parques
y las amenazan con abandonarlas.

Sucede
que “un silencio aparece entre dos”,
que en las caricias las manos ya no tiemblan,
que un cuerpo y otro cuerpo no se tocan
si no es para cubrir gastos.

Sucede
que la niebla se pega a las paredes
y grafitea el silencio de la noche.

Sucede
que las sombras caminan sin los cuerpos
y hace frío, mucho frío.

Sucede
que el mundo es una espiral que expira
con cada derrota de un justo.







TE DOY UNA CANCIÓN
Te doy una canción y hago un discurso sobre mi derecho a hablar. 
Te doy una canción con mis dos manos, con las mismas de matar.


El silencio que aprueba las injusticias,
las palabras en baja voz que no justifican,
las verdades a medias y la desidia,
el tiempo inútil en este espacio.

Todos perdonan la supervivencia
de los faltos de coherencia
y sobrados de discursos.
Todos perdonan a los que se salvan
enarbolando la patria por bandera
y vaciando la sabia en su despensa.

Y yo sigo con mi poema que mata silencios
pero no alimenta a los que nada esperan.






SUEÑO CON SERPIENTES
Con mucho más infierno en digestión.


El estómago de los justos
vomita la bilis de la amargura en este ocaso.
Las verdades han sido silenciadas
mientras los inocentes cruzaban vías
agarrados a sus peluches.
El exilio está entre las manos
entre los ojos de los que observamos
si parpadear.
Nuestra digestión se llena de silbidos
que abofetean la conciencia.
Nuestro infierno  se construye cada noche
ante la impertérrita conclusión de otro día.
Mañana parecerá otra evidencia mayor,
mañana intentaremos que el “infierno en digestión”
se convierta en revulsivo de solidaridad.






NIÑOS MENDIGOS DE LA MADRUGADA
(Santiago de Chile)

En Hungría los niños aceptan el invierno
agarrados a las manos crispadas de unos padres
que no reconocen su futuro sin huellas del pasado
que los sujeten a la tierra.

“Los niños mendigos” de sonrisas
duermen cada noche aferrados a la mugre
entre estrellas fugaces y llanto
 que los aleja de las balas conocidas.

“Yo tengo un odio, una vergüenza”
y muerdo cada mañana la vida que me sostiene
levantando muros de silencio agradecido,
de distancia enmudecida que sólo se hace puñal

a las 8,30 de cada tarde con las noticias.



Montserrat Villar González. Inéditos
Fotografía de Juan Sánchez Amorós

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