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martes, 2 de febrero de 2016

3 fragmentos del LIBRO DE LOS INDOLENTES (SOBRE LA POESÍA) de JAVIER SÁNCHEZ MENÉNDEZ




SEIS

El Timeo de Platón denota la virtud. Es la primera consecuencia de la palabra auténtica, aquella que resulta de observar cómo cae el agua del pilón o las bellotas de las encinas.
Se ha secado una encina, agonizaba entre ramas y brazos y ahora es un simple esqueleto de su propio tiempo.
Con el dedo índice de la mano derecha recorro las líneas de la mano izquierda. Descubro la verdad. Figuras geométricas del destino que aburren y cansan.
Han vuelto las arañas. Me buscan. Mantengo una vulgar conversación con Pérez Galdós sobre el último Nobel. Levanto el índice, el corazón y el sentido común.
Otro año que Parra no recibe el galardón.
Cuentos para suplir a la decencia. La poesía por encima del mundo, del tiempo y su homenaje.
Larga vida a Nicanor. Los cuentistas son eso, mercancías.



SIETE 
El viernes 23 de diciembre de 1988 recibí la visita del indolente número 37. Permanecía en el sofá. Escribía el poema «Sobre la piel del mundo» que luego apareció en La muerte oculta (1996). Sostenía el cuaderno marrón y un libro de Dante. El número 37 me entregó la caja mágica y una carpeta azul con gomillas, en ambos elementos había una copia del contrato.
Ese día no llovía. Hacía frío. Tenía un canario en una jaula en la cocina. Le llamaba Señor. Por las mañanas alegraba la oscuridad de las nubes con un canto peregrino, por las tardes le limpiaba la jaula y le añadía el alimento verdadero.
Un día el canario fue perdiendo las plumas de la cabeza y al día siguiente yacía en la jaula.
Todo aquello que pretendes suele ser hecho y cuanto necesitas, realidad.
J. J. Cale me acompaña todo el día. Friday. La no lluvia. La muerte del canario. El indolente número 37. El contrato que leía mientras me sudaban las manos y la nuca se arrugaba.
Friday. J. J. Cale. El agua que no aparece en los cristales y el camión de mudanza que me trasladaba de nuevo a Moguer, esta vez de visita.
La virtud es el síntoma de la ejemplaridad, la voluntad el hecho que lo incita. Silencio y soledad. Los sonidos del canario dejaron de existir y la noche acompaña, solo la noche.





OCHO


Saúl acariciaba todos los días mi cadera izquierda. Tardé años en descubrir su presencia. Tuve que esperar que se ejercitaran los sentidos intrépidos que habitan en los sensibles.
Descubrí su presencia en Roma. Pude observarlo, hablarle, escucharle. En la azotea de Moguer un pájaro me dijo que podía verlo. Mis acompañantes no lograron contemplar ni siquiera al pájaro.
Precisamos la eternidad para poder entender, para observar, para ver, para escuchar, para oler. En cada vida amplías algo más el raciocinio, la segunda caja va creciendo en capacidad y la primera contiene todos y cada uno de los contratos de las existencias.
Saúl fue bautizado en el río Tivamo. Era mayor. Tomamos un pesado autobús desde Roma a Trieste. Nos acompañaron otros ángeles y la gran dama blanca.
San Giovanni di Duino. Después fuimos a ver mosaicos a Aquilea. Saúl estaba feliz. Nadie podía captar las extrañas presencias. En la basílica una señora mayor dijo:
Vas muy bien acompañado.
Volví la cabeza para darle las gracias, pero había desaparecido entre la multitud que hacía fotos a los pavimentos.
Precisamos la eternidad para dejar de ser. Un tiempo que nunca es pasado.


Javier Sánchez Menéndez. Libro de los indolentes (sobre la poesía). Ed. Plaza y Valdés. 2016






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